lunes, 3 de agosto de 2015

Hoy os hablo sobre Espido Freire.


El primer recuerdo que tengo de Espido Freire es a través de su novela Irlanda. Yo estaba estudiando en la universidad y entre los libros que pululaban por mi mochila también algunos títulos de Rosa Montero y mucha poesía, por ejemplo la de Mario Benedetti.
Normalmente los argumentos de los libros se me borran cuando los acabo pero no la huella que ellos hacen en mí y eso me pasó con la primera novela de Espido, que no soy capaz de recordar el argumento ahora pero sí sé que me impactó mucho. Esa emoción contenida, ese momento en el que algo te perturba (da igual el motivo) hizo que volviera a ella cuando al año siguiente ganó el Premio Planeta con Melocotones helados.
Tras ese segundo título continué buscándola en prensa y ya con las redes sociales seguí su pista por Facebook.

(Imagen de la web del Diario Vasco)

Fue a través de ellas cuando en junio del año pasado leí que iba a hablar de los trastornos de la alimentación en un curso de verano que organizaba la UNIZAR. ¡Y me apunté! El tema general del curso visto desde fuera ya  me parecía muy interesante “Psicopatología del adolescente”. Cogí mi maleta, dejé a los míos en tierras murcianas y me dediqué a disfrutar del placer de ser alumna de nuevo en la universidad ¡cosa que os recomiendo! Aprendí muchísimo en el curso tanto de Espido como de los demás ponentes, entre los que estaba Javier Lozano que nos habló del TDAH.
Tengo que reconocer que no creo en los psicólogos pero sí en los psiquiatras y escuchar a los doctores Mariano Velilla y Pedro Ruiz Lázaro me ayudó mucho. Hizo que este año me acercara de otra manera a mis alumnos y pudiera entender mejor algunos de sus comportamientos. Por desgracia las patologías relacionadas con la alimentación están muy presentes en nuestras aulas y mi mente cambió tras el curso: ya no tenía que animar a mis alumnas a comer ni debía restar importancia a su estado, había que ponerse en su lugar y entender su sufrimiento.
También me ayudó volver a Espido y leer Quería volar: Cuando comer era un infierno, libro que recomiendo a profesores y alumnos.
Estar en Teruel durante el verano de 2014 me dio alas y este año decidí repetir experiencia, ya tenía ganas de hacer un curso de creación literaria…
¿Y por qué con Espido?
Espido tiene tres cosas que me encantan:
1º. Escribe libros maravillosos.
2º-Se la ve una mujer muy inteligente que sabe comunicar y llegar al auditorio que la escucha, que no es capaz casi de pestañear mientras ella habla.  Puede empezar describiendo los tipos de héroes y acabar hablando de Belén Esteban y es simplemente genial.
3º Y  para mí Espido posee un componente mágico, una presencia, un saber estar que no es común a todos los escritores que conozco. Engancha. Me encanta por su dualidad: tiene un aspecto frágil pero a la vez se adivina en ella una mujer muy fuerte. Siempre me sorprende con su discurso y además sabe motivar al alumno. ¿Se puede pedir más?
El balance que hago ya en casa no puede ser más positivo.
Reconozco que los días que duró el curso dormí muy poco, me metía en la habitación de la residencia hiperestimulada con muchas preguntas en torno a mis historias y hacia donde quiero ir como escritora.  
La inspiración estaba flotando en el aire ¡tenía que atraparla como fuera! No pude escribir un relato completo, que era el reto que me marqué antes de viajar a Teruel, pero saqué algunas ideas y un pequeño cuento.
Las clases de Espido y Mila me ayudaron mucho a romper con el bloqueo creativo que llevaba arrastrando bastantes meses. Me hicieron darme cuenta de que no me puedo permitir tirar la toalla y dejar de luchar por mis sueños. Bueno, y también me han servido para ver símbolos por todas partes: en los anuncios, en Acacias 38, en otras series como The Big Bang Theory…  


Así que el verano que viene, si la salud me lo permite, espero poder repetir experiencia en otra universidad distinta ¿tal vez la del País Vasco? ¡me encanta el norte! Para poder seguir volando gracias a las enseñanzas de Espido.

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